Adiós al Último Testigo del Pasado de San Javier
Texto: Orietta Grendi – Fotografías: Eduardo Vargas.
En la localidad de San Javier, el sábado 9 de marzo de 2024, la comunidad local participó, junto a las autoridades comunales, de la demolición de la Casa Ermita que formó parte de la explanada, en donde se encuentra ubicada la Capilla San Francisco Javier, de la comuna de Curaco de Vélez.
El motivo por el cual se tomó la decisión, obedecía a la necesidad de poner freno al uso indebido de ese espacio, que durante años, fue el lugar de encuentro, en el que las vecinas y vecinos compartieron parte importante de sus vidas, de sus ritos y sus tradiciones.
La estructura, hecha de alerce, con tejuelas partidas a mano, albergó a niños y niñas que hoy, ya son mayores e incluso muchos de ellos ya han partido. Las Confirmaciones, Primeras Comuniones, Fiestas Patronales y un sin fin de actividades religiosas, finalizaban en torno a las mesas comunitarias que se instalaban ahí.
Sin ir más lejos, nos relata el padre Arturo Mansilla Guichacoy, que el día de la demolición y una vez que esa vieja construcción fue destruida, se produjo un silencio. Los mayores nacidos y criados en San Javier se estaban despidiendo de su casa, de esa casa construida a pulso, a partir de la fe, a partir del modo minga de vivir y de la hermandad entre los vecinos.
En los adultos de hoy, resurgieron recuerdos de su niñez, de cuando eran chicos, de cuando en 1960, el terremoto de Valdivia llegó hasta Chiloé y se llevó todo…todo lo que estaba cerca del mar. Al respecto, el señor Fiscal de San Javier, don Galvarino Gallardo recuerda que:
“La escuela, las casas que estaban a orilla de mar, quedaron hundidas bajo el agua…menos la Casa Ermita. La Casa Ermita resistió a la salida del mar, se salvó y se transformó durante mucho tiempo, en la sala de clases de las niñas y niños de San Javier…en esos años en que llegar a ir a la escuela, a aprender, era una oportunidad para salir adelante. Fue también el comedor, donde se almorzaba. Fue también el lugar donde los misioneros se alojaban.”
La destrucción de la Casa Ermita, fue propuesta como solución al abandono, pero sobre todo al mal uso que se le dio durante años, en los cuales, se fue transformando en lugar de acopio de cajas de vino…y ese descuido fue haciendo que se buscaran soluciones para terminar con el problema…
…y la solución fue demoler para construir un inmueble nuevo.
Este hecho tan significativo hace que, como Comunidad Parroquial Curaco de Vélez, nos replanteamos desde donde queremos seguir avanzado, si realmente era necesario demoler o tal vez era mejor, hacer el camino largo y esforzarnos por re-construir, restaurar, no sólo los objetos, los inmuebles, si no que también la memoria.
Porque, tal vez la enseñanza que nos deja este hecho tan radical, es que cada una de las construcciones de nuestra Comunidad forma parte de nuestro Patrimonio Comunitario y es por esto que, debemos cuidarlo para que ojalá, nunca más, se destruyan inmuebles que forman parte de la historia de las Comunidades.
A dos días de la demolición ya no queda nada. Las tejuelas, los pie derecho, la techumbre, todo desapareció, seguramente para avivar el fuego de la estufa o para reemplazar la puerta de ciprés, de otra casa…
Invitamos a los vecinos y vecinas de Comunidad Parroquia Curaco de Vélez a reflexionar sobre lo sucedido, a pensar en las consecuencias inmateriales de la demolición, a trabajar para cuidar nuestro patrimonio y para no destruirlo en pos del progreso. A asumir un rol activo en sus comunidades para fortalecer el trabajo colaborativo, para que juntos decidan cómo queremos que sea la nueva casa, para que sea también – al igual que la Antigua Casa Ermita – la Casa de Todos.
Para finalizar este relato, nuestro querido Padre Arturo nos comparte la siguiente reflexión:
Como Párroco, asumo este hecho como una oportunidad para aprender, sin embargo, desde lo más profundo, me doy cuenta de la irreparable pérdida que significa para nuestra Comunidad y para las nuevas generaciones, la demolición de una parte importante de su historia.
Saluda y bendice, Padre Arturo Mansilla Guichacoy, Párroco.